martes, 8 de septiembre de 2009

UNA ANÉCDOTA DEL GENERAL CRESPO.

Es indudable que el General Joaquín Crespo, nacido en las inmediaciones de Parapara, de origen muy humilde, incorporado a la guerra muy joven por el General Borrego, que entró a su rancho y se lo pidió a su mamá porque le simpatizó el muchacho, tiene atractivos históricos singulares, que le convierten en una figura descollante de nuestra vida republicana.
Precisamente en una columna anterior, dedicada a este mismo personaje, llamábamos la atención de todos los guariqueños y sus autoridades, en el sentido de rendirle honores y reconocimiento al único Presidente de la República, de origen guariqueño que hemos tenido en el proceso histórico del país.
Bien valdría la pena que se perpetuara la memoria de Crespo, como héroe que fue, además de mandatario, en un monumento que a la entrada de la capital de nuestro Estado, saludara al viajero, al visitante que pisara tierra guariqueña. La iniciativa no corresponde solamente a los organismos oficiales, sino que tendría más fuerza si partiera de la acción pública y colectiva regional. Todo lo que antecede sirve para de marco a una anécdota que revela el carácter de Crespo, precisamente en los días que se enfrenta a la Revolución de Queipa, encabezada por el entonces famoso caudillo nacionalista General José Manuel Hernández alias el Mocho.
Bien sabido es que Hernández contó con entusiastas adhesiones en Cojedes, entre las que destacaba la del célebre jefe llanero General Luís Loreto Lima. Este carismático jefe llanero General Luís Loreto tuvo influencia suficiente para incorporar a la causa de Hernández, a toda la rica familia Barreto, dueña de vastas posesiones en la región.

Luís Loreto se alzó en el Hato de Mal Paso, de don Magdaleno Barreto y enseguida contó con la compañía de Froilán Barreto, también dueño de hato, muy respetable en la localidad, de Teodoro Barreto, propietario del hato el Venado, de Modesto Barreto, dueño del Totumo Barretero, de Salvado Barreto, dueño del hato de la Trinidad. Crespo que había sido autor y actor principal de las elecciones de 1898, en las que de acuerdo con la versión popular, el ganador real había sido el Mocho Hernández, frente al favorito de Crespo, que era Ignacio Andrade, al alzarse el candidato burlado, el día 2 de marzo de ese año en tierras de Cojedes, se prepara militarmente y sale a combatirlo.
Las secuelas humorísticas de las elecciones, confirman la justa indignación de Hernández, cuando el pueblo repetía de boca, refiriéndose a los candidatos participantes, que el Mocho se había quedado con las masas. Andrade (el ganador oficial) con las mesas, Rojas Paúl con las misas, Tosta García con las mozas y Arismendi Brito con las musas.

Lo cierto es que Crespo, al saber la incorporación masiva de la familia Barreto a la causa del General Hernández, montó en cólera. Desde sus posiciones en el Tinaco se dirigió al Pao y en la casa de don Félix Barreto, ex - presidente del antiguo Estado Cojedes dijo para que lo oyera todo el mundo: “Cuando yo coja este Mocho, los Barreto beberán leche si jincan un matapalo”. La connotación de la expresión no puede ser más clara para un llanero.
Esto quería decir que los Barreto perderían sus hatos y la cruel referencia al matapalo, era el castigo mayor, porque todos sabemos que la leche del matapalo es venenosa.
Este era el lenguaje de la guerra con sabor a tierruca e inquina provinciana. Hernández, aún cuando no triunfó con su movimiento, abrió la tumba de Crespo en la Mata Carmelera, poco después. El caudillo llanero, entregó su arrojo y su coraje, por una causa, que la historia no le celebra. Tal vez ya la estrella de su destino para aquel momento, se negaba a alumbrar.

Recopilador histórico: Julián Viso Rodríguez..

Autor: Pedro Díaz Seijas. Crónicas del Guárico. Publicado en el diario: El Nacionalista.

San Juan de los Morros.7-XI-1985.

Biblioteca Temas y Autores Guariqueños. Colección “Narrativa, historia y testimonios”. Nº 3

Coedición Fundación Guariqueña para la Cultura. Consejo Nacional de la Cultura (CONAC).

San Juan de los Morros / 1989 p. 126-127-128

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